24 febrero 2006

Tengo un escrito

...te lo mando, si querés lo podés poner como donación... -Santi, un super amigo, volcó su rato de furia.

Me cuesta entender que es lo que me convoca a reincidir, en plena temporada, en mis visitas a la costa argentina, aunque mas no sea por unos días.
Estoy en un parador de moda (quizá, ahora, las revistas utilicen alguna terminología distinta para denominar a estos lugares y decir “parador” sea incompatible con estar a la moda, no lo sé).
Volviendo al lugar, tengo que decir que la fauna que circula, cuanto menos, logra enemistarme con el ser humano.
Desde luego el contexto podría ser peor (siempre puede serlo), pero mi sensación, de todos modos, es que estoy rodeado por lo mas bajo de la expresión de la especie que —quien sabe como castigo de qué— me toca integrar.
La frivolidad exacerbada a la enésima potencia —reflejada en los cristales de los lentes que indefectiblemente son de la marca y diseño debidos, para nada mas funcional que el de años anteriores— supera, por mucho, la altura de la cresta de pelo que imponen las baratas aunque costosas revistas de actualidad y que los obedientes energúmenos siguen sin mínimas desviaciones.
Seguramente tanta obediencia esconde la ilusión de ser retratados por los fotógrafos de las aludidas revistas —mas no sea para aparecer en un cuadradito ínfimo— , a los que inflan el pecho con adulaciones poco sinceras.
El desprecio contenido en la mirada que las modelitos (de tercera línea de quién sabe qué agencia) dirigen a todo aquel que o bien no logra transportar un cuerpo dotado de la gracia del de ellas (nobleza obliga, algunas si que tienen gracia), o bien no portan una cámara fotográfica en mano, o, finalmente, no demuestran tener los medios económicos necesarios para tapar los baches de su anatomía con etiquetas y marcas de moda, es inversamente proporcional a la preocupación por la desnutrición infantil que, p.ej., se evidencia en el lugar.
En fin, hoy es uno de esos días en que todo me parece inútil, superfluo, incluso esta absurda campaña para que los cultores del cuerpo no olviden que el cerebro lo integra. Dicho sea de paso, ya comprometí una nueva visita a este “punto” (no digas parador) para el fin de semana entrante.


me gustó.

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