Con tus palabras,*

Trataré de hacerlas mías hasta poder saciar mi voracidad por abrazarte sin soltarte, si me acompañaras. Sentirlas propias. Y espero que no me cueste decirlo, como cuando te avisé que se moría. Boluda, se muere –te dije con los ojos de cristal. Vos saltando por ahí en tu ingenuidad como si no te importara y yo tratando de mantener mi franqueza hablé sin borrar como primeros garabatos mojados de esperanza. Esta vez no me vengas con la historia que tenés que ir a la psicóloga para quedar como el pichoncito, ay pobrecita no la jodan que, enfrascada en el olvido, trata de zafar de su pasado. Dale, se grande, boluda, una vez en la puta vida no me hagas el verso. Y yo no me voy a hacer la que me lo creo (me hago cargo también de cuantas te dejé pasar).
Sonó áspero, no? Es que ando cargando el elemento ese que te dan, que me incomoda un poco. Imaginate que lo llevo en la mochila azul y en un rato tengo que subir airosa y sonriente al avión porque te revisan hasta los calzones.
Me vestí linda y de verano, viste?... Uyyy, hacé un espacio que ahí viene... Qué rabia me da cuando viene tu maridito, me abraza de costado, me mira de reojo y me dice: Cómo andamio? Qué grasa ese tipo que elegiste, eh. Pero no voy a decirte nada esta vez. Hoy mi cara de inquietud viene llena de vida. Llena de AMOR. Me voy. Al Mediterráneo, si. No, no me voy a cantar, voy donde papá quiere descansar. Voy a hacer un hueco en la arena y quedarme ahí, acurrucada, inalterable, frágil y espontánea hasta sentir que las cenizas se las lleve el embate del suave ir y venir del mar. De ESE mar.



*pablo.