Súbito desencanto

Luz tenue pero suficiente, mucho encanto en las paredes claras, toldo victoriano en el frente que sostiene unos farolitos clan clan clac anunciando la entrada y entablonado de madera que cruje pasados remotos.
El la toma por la cintura una noche desabrigada a la orilla del rio.
Entraron al bar apresuradamente y empapados por correr una cuadra bajo la lluvia. De la alegría sintieron intermitentes algunos encuentros en el roce de las manos al elegir la misma silla, al decidirse por la sal en el mismo instante, al mirarse. Simplemente.
Ellos abrigaron las sonrisas cómplices sabiendo lo que vendría.
Pidieron dos platos simples que se comen con las manos. Mientras el tiempo se retrasaba ella observaba sentenciosamente cada detalle de sus labios al hablar y verificaba la fascinación de sus dientes a cada momento. Creo que pensaba que le devoraría la boca tan abrasadora de la misma manera que él disfrutaba cada bocado.

De pronto entra ella, no debía tener más de 6 ó 7 años, pelo color caramelo, totalmente alborotado como un nido acogedor de palabras bruscas, sus ojos brillantes, oscuros y bien despiertos atentos a cada ruido del lugar, sus manitos chiquitas, suaves que mostraban sus uñas completamente sucias que hacían juego con la nariz llena de mocos y su remera poco abrigada para una noche de lluvia.

-Llega la primavera, no querés una flor mia? –dice con voz cómplice porque en cualquier momento le echarían de ahí.
-Hacete humo, pendeja –le contesta él.

(Ufff. Ella, su compañera de mesa, quiso hacerse humo) Abruptamente.

Y de pronto desapareció el enter del teclado… le siguió la letra O, la T, después el número 6, el backspace, las flechas una a una se reabs  rbían c  nsumiénd  se c  m    velas que le abren pas a la negra scuridad… l    únic  que atina a decir antes de desvanecerse sutil per   raudamente es
y el dese se hiz realid