no da

Si querés que vaya, voy, pero a ese lugar no entro. Te espero, lo que lleve, pero afuera.
Para qué recordarlo todo blancuzco, duro, inocente y frío. Ese no es tu viejo (ni lo que quedó, ni inocente, ni frío); y sabés que lo digo con todo respeto, perdoname, no entro. Por todo lo que te quiero (y mucho) lo canjeo por horas, días, momentos a tu lado, cocino, hago de payaso, te rompo un vaso, nos reímos y te sirvo nesquik uno detrás de otro que-con-este-calor-no-se-aguanta (algo positivo: él no sufre este enero en buenos aires).
Además escuchar a gente que ni nos conoce, ni conocés, vecinos, intrusos que vienen con historias olvidadas o estúpidas o sin sentido y todos éramos siempre buenos. ¿No se dan cuenta que no es momento? Que... no da ¿?.
Vamos, si sabés que este verso te hace mal, vení, yo sé lo que sentís. Ser irónica descongestionando broncas no es dejar de amar. Me quedo con el tipo divertido de ojos azules brillantes, con la fiaca que siempre lo gobernó, me lo acuerdo mirando la tele tirado en el sillón con el control remoto a su disposición. Sí, era tranquilo, buen tipo pero bastante boludo. ¿Cómo no se cuidó después de tantos avisos? Al menos lo hubiera hecho por ustedes, pero no, tampoco da para cuidarse por otro. Mejor hacerlo por uno mismo.
Mierda, cómo pasa el tiempo. No me digas... para adelante... ya lo sé.

Duele y también lo sé.