28 abril 2006

Nunca te hiciste una?

Me divertí de mi misma. Me sorprendí y me imaginé en otro lugar.
Evaluación psicolaboral. Después de un largo día de laburo, 2 bondis de parada y lluvia torrencial, toco el timbre. Nadie contesta. Espero varios autos que pasan a mil y vuelvo a insistir. Espero no haber confundido el día, pienso. No suelen pasarme esas cosas, me contesto. Pero con este día de mierda todo puede ser, le respondo a mi otra yo. Suena un timbre, abro la puerta, me acomodo la ropa, el pelo, finjo y paso.

Después de una larga charla, bueno ahora te voy a pedir que dibujes a una persona bajo la lluvia, me dice. Mirá que a mi no me gustan los paraguas, le contesto. Vos dibujá tranquila. Prefiero sentir la lluvia, mojarme y correr que cargar todo el día el paraguas, perderlo y que no llueva, le digo. Del otro lado: ...
¿Por qué no podré de dejar de decir lo que pienso, puta madre? –pienso.

Ahora, te voy a pedir que dibujes todo esto acá, que resuelvas estos problemas y que cuando termines me avises, me indica. Me mira, la miro. Me mira, la miro. ¿Qué le pasará? –me pregunto. ¿Entendiste? –me pregunta. Si, claro y bajo la mirada.
Saber que están evaluando tu inteligencia pero sin decírtelo me da por las pelotas, eso me pasa. Termino rápido con prolija disposición en la hoja y se la devuelvo. Qué prolija, me dice. Es parte de cómo soy, creo que te diste cuenta, le contesto. Si fuera por mi hubiera usado la hoja horizontal, pero no me dejaste, y con colores, pero sólo me diste un lápiz negro. No siempre las cosas son como queremos, no? –agrego. Nos reímos mucho sin compromiso.

Ahora vamos a ver estos cartones, que tienen unas manchas y me gustaría que me digas lo que ves. Si si si si, este test ya lo conosco, pienso. Lo vengo viendo desde la secundaria, cuando el profe de psicología nos enseñó sobre el tema. Estaba relajada (casi desde el principio, hasta también cuando no estuve de acuerdo con la mina mientras charlábamos). Ya habían pasado 2,30 hs ahí adentro, estaba cansada, era tarde, y los cartones para mi eran 74...
¿Qué ves? Una mariposa, una cara, un cigarrillo, humo, nada, una mujer embarazada, giraba los cartones... una lámpara, varias personas, lluvia, una tormenta, varias veces tardaba en ver lo que veía, pero no en decir lo que pensaba, una ventana, una ballena, el mar y el horizonte... hasta que llego a un donde ví claramente un pito, miembro masculino, pene, pija, como quieran o como menos fuerte suene leerlo, o no. La miro a los ojos, era una mina acartonada y no parecía muy flexible. Dudé en cómo decirlo. Giro el cartón pensando, bueno a ver si vemos otra cosa, y era la misma pero parada, no, sigamos, dije, y giré de nuevo otros 90º y la misma pij* pero al revés, tuerzo los últimos 90º y ella estaba ahora apuntando para abajo. No hubo caso, ma’ si, se lo digo, pero cuanto más tardes y dudes peor es, me hablaba a mi misma. Veo un pene en todas las posiciones.

Y nos reimos otra vez. Ella no se por qué lo hizo, pero yo porque traté de no fingir, tardé en responder y al final no dudé en decir lo que pienso. Pero a veces me cuesta arrancar.

No hay un puesto en Barcelona, Londres o Milán? –la desafío. Si –dice.

Leí la evaluación y soy yo definitivamente.

26 abril 2006

Si, anoche soñé con Atilio, mi padrino. Fue lindo, muy lindo. Pero me levanté pensando en él. Para mi fue como mi abuelo, era el hermano de mi abuela, soltero y vivaracho. Nunca supe por qué lo eligieron como padrino, no pregunté, pero se que tuve el abuelo ideal.
Mi mamá me hacía las trenzas mientras me decía: ya viene Ati, quedate quieta. Siempre me quedé quieta, sobre todo si me tocaban la cabeza, me hacían mimos y me peinaban.
Tenía un Falcon, el Falcon blanco de la abuela, pero lo manejaba él. Disfrutaba ir sentada en el medio del asiento de adelante que era uno solo entero, mis piernas quedaban rectas para adelante, no llegaban a doblarse de lo grande que me quedaba el auto. Me pasaba a buscar por el jardin de infantes, abría la puerta trasera, me sentaba de costado en el asiento y me sacaba la arena de las zapatillas adidas. Siempre con una sonrisa y con sus grandes ojos verdes. A veces lo recuerdo melancólico. No se porque era soltero, no se si tuvo un gran amor que nunca fue o si no encontró a quien amar.
Los viernes por la tarde me pasaba a buscar por la escuela y me llevaba rápido, bien rápido a mi casa; yo le pregunté una vez por qué y me contestó: sabés guardar un secreto? Voy a ver caballos, al hipódromo. Ese era uno de nuestros secretos.
Lo extraño.
Cómo es posible querer tanto a alguien, que hace 19 años que no veo, y que sólo disfruté unos pocos?

Los domingos mi papá se levantaba y rallaba queso, a rolete, y así yo sabía que Atilio venía a comer la pasta a casa. Corría a abrirle la puerta cuando sonaba el timbre, y mi mamá decía: Pancho!? (mi viejo) me olvidé el vino tinto y ya llegó Atilio. –con voz culposa. No importaaaa –se escuchaba de atrás de la puerta, lo traje yo –contestaba mi padrino.
Ya en la mesa, nos decía: ya todos le pusieron queso? Y no dudaba ni un segundo en volcarse todo el resto de la quesera sobre su plato.

Tengo una foto de él, que guardo con cuidado, sentado en las sillitas del jardín participando del último acto mio en preescolar. No entraba, él medía 1,80 mts y era robusto, como todos los otros hermanos de mi abuela. Hombre robusto si lo era.
Otras veces me llevaba a un taller de dibujo y pintura que iba bien de chiquita y que quedaba en la calle Seguí. Me acuerdo que me hacía el mismo chiste todas las veces que hacía reirme a carcajadas. Me decía: avisame cuando estemos por llegar a Seguí y así doblamos... cuando yo le advertía: esa que viene es Seguí, Ati. Cuál?-me respondía. Seguí –decía yo... Ahhh, entonces sigo –me contestaba. Y amagaba a seguir de largo y no doblar.

Ese amor a la libertad, al compromiso, y al nunca dejar de divertirse me lo enseñó él. O lo heredé de él, no se. No importa.

Fumaba habanos, pero a escondidas de mi abuela. –Atilio!!! Vos siempre igual, cuándo vas a dejar ese condenado vicio! Hoy está Bicho en casa –le reprochaba (si, “bicho” era yo, una suerte de deformación verbal por “vi” de “victoria” y porque era chiquita). Sin duda ahora me lo imagino en las tardes de whisky y habanos en el hipódromo. Vivían juntos desde que se vinieron a Buenos Aires y siempre se llevaron como si tuvieran 10 años, se celaban, se cuidaban y se retaban hasta negarse el postre.
Me gustaban los días de la semana cuando mi mamá, en su Fitito, me pasaba a buscar por donde estuviera y me decía: hoy querés dormir en lo de Ati? Mi sonrisa se escapaba del cuadro.
Me dejaba dormir en su cama que tenía una colcha de jean, con bolsillos que la había hecho mi mamá en su época hippie. Después dormida me pasaba a la cama que tenía para mi en lo de mi abuela.

Cuando murió me dejó todo: su colcha, una biblioteca entera llena de libros, una lapicera a fuente y pluma de oro. Lo más valioso? Mis recuerdos suyos, que no se que hacer con ellos.
Quisiera hoy contarle en todo lo que me fue mal y que me escuche. Quisiera mostrarle la mina que soy. Lo grande que estoy. Y tal vez, por qué no fumar y tomar whisky a su lado, para que vea que soy igual a él.

Me acuerdo de una inundación en Buenos Aires, por principio de los ’80, que nos agarró arriba del Falcon. El me decía que no me preocupara, e iba sentada bien pegada a sus piernas, pero el agua le llegaba a las rodillas. Ibamos por Libertador muy despacio, pasando frente al Museo de Bellas Artes me calmaba agregando: este Falcon de tu abuela es como un bote. Y de ahí debe venir mi veta de marinera, porque estar en sus brazos, por más que la sudestada enfurecía aún más, yo me sentía la nena más afortunada del planeta. Por estar a salvo.

25 abril 2006

Llovió

Bueh, no estuve tan lejos con la sesación matutina de hidrobronz. Me llama mi vecina del piso de arriba (mi amiga: la que le gusta reavivar la gotera cada 6 meses) para avisarme que me quedara parada, si! que me quedara parada fueron sus palabras, en mi cuarto mientras que ella con unos expertos en impermeabilizaciones iban a inundar su baño y terraza para ver si sigue “lloviendo” dentro de mi dormitorio.

Perovosmeestáscargado, cabezadecañotermofusión!?!
Talveztefalteunbuencaño –pensé.
Deesosquesefuman –agregué.
Odeesosquesementenenelortodevezencuando –definí.

La señora me llamó a las 12 del medio día, recién, como si yo estuviera al pedo en mi casa.

Porqueamimemantienemimarido –le dije.
LoquepasaqueahoraestádeviajeenSanFrancisco, ynomedejóplata, entoncestuvequesaliratrabajarhoy, señora.

24 abril 2006

Pocas pulgas.

No quiero que me digan más señora por la calle. Ni los chicos ni los padres de los chicos, refiriéndose a mi para que ellos se porten bien.

Hay cosas mias que son mias. Ando averiguando si vale la pena cambiarlas. No importa lo que la psi opine. En el mercado chino no se cuanto me dan. Y en el mercado internestiquil tampoco averigué todavía. Lo cotizaré en el Nasdaq también. Nunca hay nada que perder. O todo. Pero al menos hacemos el esfuerzo.

Dejá de aparecerte en mis sueños que cuando me despierto y levanto siento que realmente sucedió. ;)

Hoy tengo que ir al consultorio de nuevo... después veo si me vuelvo a cruzar con el bondi de las frases. Ese que me entretuvo entre tanto tubo. Y me desenmarañó entre la maleza que llevo dentro.

21 abril 2006

Eco

-Uno dice: Eco eco eco
-Eco responde: Eco eco eco

Entonces lo que me pasa no es casualidad –pienso. Es un reflejo de mi misma –me dice alguien en el colectivo que se mete en mis pensamientos (para no hablar sola, vio). Dar, dar, dar... qué doy para recibir esto?
Bueno, a veces las cosas pasan –dice la voz de mi viejo en mi cabeza. Si, a veces converso con él pero sin él. Y sigue: el “meollo” está en que las cosas no son estáticas, cambian y se mueven. Pero están. Hay que vivirlas.

El meollo, a quien a veces nos referimos como “la cosa”, núcleo, “fondo de la cosa”, para mi, está en que a veces quisiera poder tener estas charlas de verdad con él. Y con mi vieja también. Pero no es fácil. Porque también implica darme cuenta de cuanto los necesito; bah, evidentemente ya lo se, lo estoy escribiendo...

A veces siento que lucho contantemente con esa independiente y moderna señorita que creo ser con esa otra mujer que quiere compartir las cosas con quien más quiere (no son sólo mis viejos, obvio y por suerte). "Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son" -Julio Cortázar.

Hoy no estoy dentro de mi. No se donde estoy, no estoy sentada, pero me siento al final de un tubo laaaaargo, grande y oscuro; me veo ahí parada, como si viera la escena desde la otra punta de ese caño. Allá lejos, yo.

Como si se pudiera elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio" –Otra vez Julio.

¿Qué trae la lluvia?

Olor a tierra mojada, que me lleva al camino hacia el Cristo en El Pueblo. Pisando hojas ya marrones que pudieron volar con el viento, aunque ahora mojadas no hacen más ruido cuando las piso.

El tiempo corre más lento cuando llueve. Escucho los autos pasar, gente caminado, luces que van y vienen y es como si todo se moviera en cámara lenta. Salvo por la música que voy escuchando. Ella es la que me recuerda el ritmo y el movimiento de las agujas. Por ahora, siempre constante.

Doblo en la esquina, ya estoy llegando al consultorio y justo pasa un bondi (de la línea 61) todo pintado, como suelen tener ahora publicidades por todos lados, pero éste era diferente; estaba lleno de frases. Estar contigo o no estar contigo, esa es la verdadera medida del tiempo- J. Luis Borges.

Espero volver a cruzármelo y poder alcanzar a leer más.

16 abril 2006

Colecciono recuerdos

El día que nos pasaron a buscar 6 en un rambler celeste rural y nosotras éramos 3 esa noche. Tenían un colchón en el techo y el asiento de atrás tirado para adelante. Yo tenía una remera violeta y amarilla prestada, y fue la primera noche que no quise saber nada.

El día que dimos vuelta todos los bancos. Era 3er año de la secundaria, y ese año por falta de lugar nos mandaron a un aula del subsuelo, la que tenía bancos individuales y móviles. Una mañana, esperamos a la profesora de geografía con todos los bancos mirando para el costado izquierdo y nosotros sentados prolíjamente en ellos. Cuando llegó la profe nos pidió que nos diéramos vuelta. Le hicimos caso, giramos 90º más hacia atrás. Otras vez nos pidió que giráramos y giramos otros 90º.... así hasta que entre risas y tentaciones quedamos mirando hacia delante. Fue todo un juego, nunca habíamos tenido bancos móviles, sino fijos, antiguos y hermosos de madera.
Con el tiempo nos dimos cuenta que nos divertimos mucho en ese subsuelo sin ventanas.

El día que mi madrina me dio mis primeros tickets canasta para que invitara a una amiga a comer afuera. Tenía 13 años y con Meme nos fuimos a un bar del centro y nos sentimos grandes porque pudimos pedir lo que quisiéramos y pagar con esos tickets que no se sentían como plata (claro, no eran míos, muy distinto se vive ahora).

El día que tuve mucho miedo a la mañana porque me operaban a la hora; y lo primero que vi cuando abrí mis ojos fue tu cara. Una cara de susto totalmente comprensible. Y lo que viste fue una cara de entrega, ojerosa, labios blancos y te aterraste.

El día que me caí en la Facultad de Cs. Económicas en la escalera principal que baja del Aula Magna. Era un día de lluvia y la escalera estaba mojada, a mi prima le entregaban el diploma de contadora, yo tendría 15 años. Y cuando terminó la ceremonia todos bajamos juntos aunque yo llegué primero a la planta baja.

13 abril 2006

Entre lápices y amigos

Ayer me hizo muy bien lo que me dijo Juan, son esas palabras que vienen porque sí (así es él), sin pedirlas, pero que abrigan sin quererlo.
La semana pasada me regaló un vino, tinto como a mi me gusta y cuando me lo dio me avisó que venía con unas palabras pero que tenía que pensarlas: así que tomá y después te las digo (tengo hasta el miércoles que viene a las 23,30 hs para decírtelas). Bueno- le contesté y le seguí la corriente como dicen que hay que hacer con los locos.
Ayer, 23,05 hs fui a buscarlo para que me diera parte de mi regalo y todavía estaba en plena labor entre pasteles, algodones, lápices, alcohol, papeles y rotuladores. Igualmente a penas me vio me hizo señas para que me acercara... y le hice caso. Cuando estoy a su lado me dice al oído lo que faltaba de mi regalo de cumpleaños.

05 abril 2006

Hoy

Es la mano que mece la marea, la que me sorprende por la mañana y me despierta.
Me baño y me visto mientras escucho la radio y pienso como va a ser mi día. Un día normal pero largo, bien largo. Desearía que fuera otro, distinto y con más colores. Ese día que me dejaste ver adentro y nunca quise salir, porque nunca me sentí tan cómoda.
Pero hoy es distinto, 37,7º C es fiebre y acá me encuentro. En el bondi todos me resultan extraños, y no me gusta que se me acerquen, achíiiiis! (por dentro me río). Me sale fuerte y de paso nadie se anima a apropingüarse cerca, me divierte sentarme y mirar por la ventana e imaginar diferentes vidas y escenas.
A veces me duermo, otras pienso y algunas pocas resuelvo o revuelvo.
Pareciera que el aire es infinito pero en realidad es libre, como la caída, siempre libre.
La incertidumbre en la proa, el dolor de lo que se fue, la alegría sutil, te alejo pero sólo quiero que te acerques. Somos muy distintas nosotras, no tiene que haber un problema para querer que nos abracen, a veces eso es todo. La respuesta al pero qué querés?Solo eso” -pienso.

03 abril 2006

Extraviada

6 años atrás estaba muy segura de lo que no quería sin saber bien lo que quería.

Vueltas, vueltas y más vueltas.

La vida da sus vueltas y te pone a prueba varias veces hasta que afloja. En algún momento te deja libre y suelto para que armonisamente alces vuelo y te estroles contra el vidrio de la ventana que ayer limpiaron muy bien.

Y no lo viste.

Tuve mis días de kick boxing. Y me divertí mucho.
¿Pegaste fuerte?
Lo cierto es que si una vez pegamos, más tarde recibimos.

El mismo escenario, una y otra vez; y alguna vez te quedás en la estación, de ese tren del que alguna vez decidiste comprar el boleto e irte.
Por más que estés decidida a vivir las cosas, ellas no se dejan atrapar. O al menos a mi se me deshilachan, se escapan días y momentos.
Una suerte extraña. Extraviada.